Un viaje relámpago de una semana para llevar material a la escuela de moda y costura de Trinidad.

Abigaïl y Sabine Vouillamoz partieron el 6 de febrero de 2025 y regresaron el 14 de febrero para realizar este viaje relámpago y ver a los equipos trabajando en la formación de jóvenes que quieren aprender un oficio.

Llegamos a Trinidad el viernes 7 de febrero hacia las 14.00 horas y nos recibieron la directora de la escuela, Marianela, y el abogado que trabaja en la oficina del comisario municipal de Trinidad.

No hay electricidad y nos enteramos de que es así todos los días. Trinidad tiene 3 horas de electricidad al día, dependiendo del barrio.

Por ello, la escuela es bastante tranquila. Los alumnos de cerámica trabajan al aire libre aprovechando que un ceramista tiene un horno de leña. Los alumnos de carpintería trabajan en la medida de lo posible con herramientas que no requieren electricidad, pero carecen de papel de lija y a menudo se quedan sin trabajo.

En cuanto a los estudiantes de moda y costura, no pueden utilizar las máquinas de coser que les hemos suministrado. En el futuro, tendremos que plantearnos el uso de máquinas accionadas por pedal. Trabajan sobre todo la frivolidad (encajes atados a mano utilizados en la alta costura internacional) y están deseosos de desarrollar modelos que puedan venderse.

Nos hablan de un proyecto iniciado por Fidel Castro en Matanzas, localidad de la costa atlántica situada a unos 100 km al norte de La Habana, donde se crían gusanos de seda, y que ha dado excelentes resultados hasta la fecha. Una de las alumnas que completó su curso pudo beneficiarse de una formación en hilado y tejido de hilo de seda. Trajo un poco a Trinidad para que pudiéramos hacernos una idea de lo que podíamos hacer con él.

La directora de la escuela quería establecer una plantación en Trinidad para iniciar esta cría, con vistas a crear sedas para confeccionar estolas destinadas a la venta en Europa.

Hemos traído tela y mucho hilo para que practiquen, pero nos damos cuenta de que es muy poco comparado con lo que necesitan.

Tenemos que encontrar la manera de obtener buen material en grandes cantidades y a un precio razonable para poder enviárselo.

Un profesor de dibujo también vino a hablar con nosotros y nos dijo que el dibujo es muy importante en este campo y que necesitarían lápices negros, lápices de colores, papel y pintura acrílica para desarrollar el sentido artístico de los jóvenes.

El antiguo conservador del pueblo, Duznel, también nos visita durante el día, y nos cuenta que tiene un proyecto en el valle de Los Ingenios para reactivar una destilería de ron y llevar el trabajo de la siembra de caña de azúcar a la fabricación de ron.

Salimos llenos de necesidades y con muchas ideas, como ofrecer a los jóvenes que terminan su formación una caja de herramientas inicial que les ayude a iniciarse en su actividad profesional.

El único problema es que tenemos que enviar este equipo, ya que no se encuentra en Cuba.

 

Nuestra estancia en La Habana es igual de intensa. Carlos Bauta, el responsable de la marmolería, nos cuenta que la situación es tan difícil que la población está abandonando el país y que los jóvenes que no pueden irse están más interesados en ganar dinero que en formarse. La solución más fácil está en la restauración, donde consiguen las mejores manos y se ganan la vida decentemente. Nos dice que La Habana ha perdido unos 400.000 habitantes.

Visitamos el taller de mármol donde hemos entregado nuestras últimas máquinas. Todo funciona perfectamente cuando hay electricidad. Nos damos cuenta de que estos alumnos no tienen protección cuando trabajan, sobre todo porque trabajan con agua y tienen que protegerse.

También necesitan mascarillas para protegerse del polvo. Uno de los alumnos tiene mucha tos. Tendremos que enviar máscaras y ropa protectora.

 

Visitamos otro lugar donde los alumnos aprendieron inicialmente a fundir estatuas y otros bronces. El plan es tener una cuba más pequeña para que puedan hacer piezas más pequeñas.

Botello y su socio nos enviarán un proyecto y sus requisitos.

También visitamos una pequeña tienda que vende miniaturas de plomo que cuentan la historia de Cuba. Este proyecto fue creado por Eusebio Leal, antiguo conservador de La Habana fallecido hace unos años.

El último día de nuestro viaje relámpago, visitamos la boutique y el taller de Clandestina y nos quedamos asombrados del trabajo que se había invertido en montar el taller, que ya funciona a pleno rendimiento. Lo que queda por hacer es cambiar las persianas que cierran el taller. Las persianas actuales son tan viejas que es imposible repararlas. No encontramos repuestos.

Este taller funciona como un reloj, y la tienda vende hermosas prendas a los turistas y a varias empresas locales. Para estas últimas, su especialidad es la impresión de logotipos en los tejidos.

Las necesidades en Cuba siguen siendo enormes, y cada vez es más difícil pasear por las calles de La Habana porque sus habitantes están muy necesitados. La Fundación se mantiene activa para ayudar a estas personas

 

Sabine y Abigaïl Vouillamoz, 27 de febrero de 2015.

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